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El feminicidio de Ingrid en una sociedad depredadora

El feminicidio de Ingrid Escamilla Vargas deja al descubierto toda la descomposición en la que está sumida la sociedad. Una sociedad que se acostumbró a consumir muertes violentas en la televisión, al correr de la sangre en los espacios públicos.

Todas y todos exigimos un país de primer mundo, pero el deseo colectivo no se transforma en realidad. Somos hasta la fecha, una sociedad vana, sin valores, sin sentimientos, sin respeto, sin empatía, convertidos en depredadores.

Seguimos aferrándonos a esa formación machista y misógina que dio privilegios a unos y quitó oportunidades a otras; todavía existen muchas mujeres que traen incrustado hasta el tuétano esa dictadura patriarcal que dictó que ellas primero debían obediencia al padre, después al marido y en ausencia del padre, al hermano y en ausencia del esposo al hijo, pero nunca dueñas de sus decisiones.

En cambio, las mujeres van cargadas de culpas, siendo acusadas, libres de nada, con cónyuges con derecho a todo hasta para matarnos

Si la mujer se defiende es mala, si se deja es tonta, si protesta está loca, si no tiene hijos es lesbiana, si tiene muchos hijos es una puta.

Lo indígnate no solo es que los hombres justifiquen la agresión, y que las autoridades la permitan, sino que existan mujeres que también la justifican y lancen zarpazos contra sus iguales, desconociendo que no solo hacen pedazos la dignidad de la otra, si no que trituran la dignidad propia.

Defendiendo una formación machista, ¿Quién nos asegura que no seremos la próxima mujer asesinada?

Por: María de Jesús Martínez



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