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Opinión | Amatl Xoxoktli: Menos primavera artificial, más colectividad


Por: Martín Josué Dircio Chautla


En 1962 Rachel Carson publicó Primavera silenciosa, libro considerado por muchas personas el primero sobre divulgación del impacto ambiental en el que señalaba las afectaciones de los pesticidas al ambiente, especialmente a las aves. 60 años más tarde y con centenares de estudios, muchos comprobados, el uso de pesticidas aumenta exponencialmente y los alimentos cada vez son más industrializados. Incluso si proceden de la misma localidad ya están modificados
genéticamente, fumigados con químicos altamente dañinos o regados con aguas negras.

Mucho se culpa del deterioro ambiental a las grandes empresas, pero es definitivo que son grandes porque somos muchos quienes consumimos lo que nos venden; un estilo de vida fácil e instantáneo.

Por supuesto, las autoridades son en parte responsables, pero no sólo los de más altos puestos, sino desde la propia localidad. Es innegable la inutilidad que en ocasiones tienen las conmemoraciones de fechas como el Día del Agua (con botellas con agua en el presídium), del Día de los Bosques con invitaciones impresas -o insulsas- para que llegue la mayor cantidad de personas y crear "eventos de impacto". Impacto ambiental, diría yo. Y ni hablar de la aplicación de leyes ambientales.

Por otro lado, está el papel de las escuelas y en este caso específico el Desfile de Primavera que hacen algunas. Los disfraces y todos los aditamentos que llevan niñas, niños y el profesorado (que sin duda son agradables a la vista) ¿realmente aportan algo a lo que se celebra?, ¿en sus escuelas les enseñan a reusar el agua, cuidar a los animales, regar las plantas?, ¿hay árboles o flores en sus escuelas donde las abejas reales puedan ir a colectar piel y polinizar los campos?, ¿hay áreas  verdes adecuadas en sus escuelas? Es totalmente contradictorio que posterior al desfile se llenen los basureros por las compras de refrescos, frituras, jugos de frutas con sus respectivos popotes y comida en platos de unicel. Allá, a donde vaya a parar todo ese desecho, no habrá primavera.

La primavera es sinónimo de renacimiento, pero quienes organizan los desfiles la han reducido a un espectáculo. Poco importa la flora y fauna real, sobre todo la local, pues no vemos tlacuaches, venados, iguanas, camaleón cornudo o coquetas de Atoyac. Vemos los típicos leones, jirafas o monos. No sólo está fuera de contexto, sino que es totalmente artificial.

Para los tiempos que vivimos es imperativo replantear esos desfiles, que por cierto son movidos por camiones de tres toneladas, es decir, dióxido de carbono realmente innecesario.

Un dato cuantitativo es que el disfraz más sencillo cuesta doscientos cincuenta pesos (y es una lástima si sólo se usa una vez), en cambio, una mata de lavanda, por ejemplo, cuesta, a lo sumo, cincuenta pesos. En un grupo de 30 infantes, 30 matas de flores diversas o frutas formarían un verdadero
jardín de niños y niñas. Una primavera permanente, no ocasional ni artificial.


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