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Democracia participativa, la última oportunidad para Acapulco


Por: José de la Paz Pérez

Cuando la selección mexicana de futbol soccer gana partidos o torneos importantes, los aficionados se quitan el color del equipo local de su preferencia y se unen para hacer una fiesta de todos: en el Ángel de la Independencia de la Ciudad de México, en La Diana de Acapulco, o en cualquier sede del país.
Cuando algún mexicano recibe un premio de la cinematografía o de cualquier campo del arte y la cultura, nos unimos en la alegría sin importar si enarbolan nuestros géneros favoritos, porque la coincidencia es que enarbolan la bandera del país, México, al que pertenecemos y, decimos, amamos.
Cuando suceden desgracias, como el terremoto del 19 de septiembre de 1985 en el entonces Distrito Federal, capital del país, todos olvidamos colores de piel, religión, partidos políticos en el que militábamos –aunque el PRI era casi el único- y nos unimos para ayudar a los hermanos en desgracia y finalmente salimos adelante.
En el mundo hay muchas muestras que nos indican que la gente tiene la capacidad de unirse tanto en las buenas como en las malas y salir adelante: Hiroshima y Nagasaki, un ejemplo de las malas. 
El común de las anteriores reflexiones es una palabra: Unidad. Es un término que se usa mucho en discursos políticos pero que se usa poco en la práctica, a no ser que haya un detonador muy importante, como los que arriba enumeramos, y que se refieren a motivos de alegrías o de desgracias.

TODOS PODEMOS

“La solución somos todos”, dijo en campaña el ex presidente de México José Guillermo Abel López Portillo y Pacheco (así era su nombre completo), pero nunca se puso en práctica como política de Estado, así como a la fecha no se ha logrado aterrizar propuesta parecida alguna.
La unidad, la participación ciudadana, son términos muy manoseados, tanto, que cuando algún político o autoridad los mencionan se escuchan huecos, sin sentido, sin confianza.
No obstante, en muchos países se ha puesto en práctica este tipo de acciones para ir solucionando complejos problemas como el de la inseguridad o la economía, y han funcionado; lo mejor es que en México hay ciudades que han trabajado en la participación ciudadana con resultados alentadores que indican que ese es el camino que siempre debimos haber tomado para no estar en las circunstancias que estamos, en donde parece que cada ser, cada familia, cada grupo de trabajo, son entes aislados, egoístas, anti sociales.

ACAPULCO PUEDE

Pero nunca es tarde para dar ese gran paso, y al parecer la presidenta municipal, Adela Román Ocampo, lo está comprendiendo así o trata de enfilar sus baterías hacia la hipótesis de que muchos de nuestros problemas se resolverán entre todos.
Parece que se comienza a tener conciencia de que el gobierno no tiene una varita mágica –como nos lo han hecho creer- para solucionar todos y cada uno de los pendientes ancestrales y contemporáneos.
“Tenemos que pasar de la democracia formal, política y electoral, a nuevas formas de participación, que nos permitan alcanzar una democracia de mejor calidad, donde el factor social no quede excluido, donde sea la propia población la que encabece, de manera directa, la búsqueda de una sociedad más justa, donde haya desarrollo con bienestar, que sea la que defienda los progresos alcanzados y elimine riesgos de retrocesos”, dijo el pasado lunes 15 de julio.
La alcaldesa expresó lo anterior durante la presentación de la 19 Conferencia del Observatorio Internacional de la Democracia Participativa (OIDP) a efectuarse en la alcaldía Iztapalapa, Ciudad de México.
La OIDP es “una red de más de mil ciudades de todo el mundo, entidades, organizaciones y centros de investigación, que quieren conocer, intercambiar y aplicar experiencias, sobre democracia participativa en el ámbito local, para profundizar la democracia en el gobierno de las ciudades”, de acuerdo a un boletín de prensa.
Y según las intenciones que ha mostrado Román ocampo, el papel protagónico para hacer que Acapulco recupere su esplendor ya no lo tendrá el gobierno, sino la propia sociedad que, si bien aspira a vivir en un mejor lugar, tiene que aprender a construirlo participando activamente y ya no como simple observador.
“En Acapulco, ante la necesidad que tenemos de mejorar la seguridad, estamos dando forma a redes vecinales de participación para la construcción de una sociedad pacifica; por ello recibimos con beneplácito lo que el presidente de México anunció, al formar los grupos de coordinación para la construcción de la paz en todo el país”, agregó.
La unidad pues, que se necesita en tiempos difíciles –y Acapulco vive uno de estos- puede y debe detonarse en estos momentos que requerimos que la gente, los políticos, las autoridades, los profesionistas, los comerciantes, los jóvenes, todos, nos despojemos de camisetas que nos marginan y nos pongamos una que sea la misma para todos: la de Acapulco, para que salga adelante y vuelva a ser el Paraíso de América que nos enorgullecía y que ahora avergüenza a más de uno.
“La evolución de la democracia tiene que encaminarse hacia un modelo participativo, donde el ciudadano ocupe un espacio importante en todos los ámbitos de la vida política, desde donde pueda asumir un papel activo y directo en las decisiones de carácter político”, ha expresado Adela Román, pero a nosotros nos toca tomarle la palabra, no dejarla que se arrepienta o se eche para atrás.

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