Arnulfo: en tu sepultura brotó la semilla de la justicia
Por: Tlachinollan
Tlapa, Guerrero, a 20 de noviembre de 2020.- En plena fecha de la gesta revolucionaria, en la que muchos indígenas de la Montaña, perdieron la vida luchando por la tierra y la justicia en el campo, los familiares y compañeros de lucha del defensor Arnulfo Cerón Soriano, encontraron su cuerpo en una fosa clandestina, a más de 3 metros de profundidad.
Fueron 40 días de agonía, desde aquella noche tétrica, cuando salió de su domicilio y quedó atrapado por un grupo de la delincuencia organizada. La decisión estaba tomada para privarlo de la vida y sepultarlo en un lugar donde nadie lo encontraría. Utilizaron una retroexcavadora para no dejar huella de su infamia. Con las toneladas de tierra encima y el terror infundido entre la población, los malhechores confiaron en su poder destructor, creyendo que nunca encontraríamos su cuerpo.
El equipo conformado por personal de la Fiscalía General del Estado, la Comisión Nacional y Estatal de Búsqueda, su familia y el Frente Popular de la Montaña, después de varias jornadas realizadas en barrancas, basureros y parajes, donde se han encontrado otros cuerpos de personas desaparecidas, lograron dar con el punto exacto en una calle dentro de un terreno de la colonia El Ahuaje, ubicado en la periferia del Tlapa.
En Guerrero, de acuerdo con información del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública en el 2019 se registraron 2 mil 32 homicidios. Por su parte, la Secretaría de Gobernación informó que, del 2006 al 30 de septiembre del 2020, registró 4 mil 92 fosas clandestinas y 6 mil 900 cuerpos exhumados.
Nuestro estado se ubica en el tercer lugar en cuanto a número de fosas clandestinas que es de 383 y el quinto lugar en cuanto al número de cuerpos exhumados que asciende a 563.
La historia de las personas desaparecidas es de larga data. Nos remite al periodo de la guerra sucia en la década de los setentas, donde las familias de personas desaparecidas tienen un registro de 600, sin que las autoridades federales hayan dado con su paradero y mucho menos investigado al ejército, que fue el principal responsable de estas graves violaciones a los derechos humanos. Es un continuum de impunidad que se acrecienta con la violencia delincuencial que se ha infiltrado en algunos cuerpos de seguridad, y que cuenta con el apoyo de elementos castrenses.
Tlachinollan registró 100 asesinatos y 23 personas desaparecidas hasta el mes de octubre de 2019. En este contexto de violencia, Arnulfo fue desaparecido el 11 de octubre de 2019. Esta acción delincuencial, tuvo como antecedentes las amenazas telefónicas que le profirieron algunos miembros de este grupo criminal. Lo obligaban a que dejara el activismo social o de lo contrario lo matarían. Al mismo tiempo, personal del ayuntamiento de Tlapa emprendió una virulenta campaña de desprestigio en su contra, por las movilizaciones que encabezaba, exigiendo obras públicas y otros derechos para las comunidades campesinas y vendedores ambulantes.
Su desaparición cimbró a la comunidad de defensores de derechos humanos y organizaciones sociales. Su denuncia tuvo una repercusión internacional por la forma en que los grupos de la delincuencia actuaron en contubernio con autoridades locales. La solidaridad mostrada con la familia acuerpó un movimiento regional que desenmascaró esta práctica sistemática de la desaparición de personas por grupos de la delincuencia organizada.
Desenterrar el cuerpo de Arnulfo significó la recuperación no solo de sus restos, sino la reivindicación de su identidad como defensor comunitario; de preservar su memoria y su legado, y de ser un referente importante para las familias que fatídicamente han llorado en silencio por la desaparición de sus seres queridos. Darle una sepultura digna a Arnulfo, como un defensor de derechos humanos, significó valorar su trayectoria y dimensionar su trascendencia como una persona respetable. Fue un mensaje para las autoridades locales, que deben de aprender a respetar a los defensores y defensoras de derechos humanos, en lugar de denostarlas.
Estar junto a su tumba, abrazar su féretro y llorar su muerte, fue un derecho conquistado por las familias, que, en medio del agravio, encontraron la solidaridad y el consuelo entre los amigos y amigas que compartieron su causa. La caravana de vehículos que lo acompañó a su última morada en la región de la cañada, hizo patente el cariño y la admiración que logró cultivar por su compromiso y valentía. En sus noches de insomnio, cuando se levantaba para leer la biblia, presentía los graves riesgos que corría por defender los derechos humanos. Lo que más le angustiaba es que quienes decidían el destino de los defensores de derechos humanos, no eran solo las autoridades municipales, sino que lo hacían en contubernio con la delincuencia organizada, que por la vía de los hechos ejercía el poder público.
En esta tarde familiares y amigos honraron a Arnulfo Cerón con arreglos florales y veladoras donde una de las hermanas del defensor dijo lo siguiente: "Como el día de hoy, a la una de la tarde, encontramos el cuerpo de mi hermano Arnulfo Cerón. Lo que queremos como familia es que no sé olviden de él, quien luchó y dio la vida por los presos políticos, por la gente más necesitada en la Montaña. Sin embargo, me da tristeza que toda esa gente que fue apoyada por él no está y no sigue en la lucha. Les pedimos que no se olviden de Arnulfo. Lo único que exigimos es justicia por la muerte de mi hermano. Nos lo arrebataron. Mi madre le decía: "hijo ya no andes en la lucha porque te puede pasar algo. Pero él le respondía que se encomendaba a Dios y que no pasaba nada. "No tengo miedo morir luchando por los pueblos"
A un año del asesinato de Arnulfo Cerón Soriano exigimos al gobierno estatal y federal que los culpables materiales e intelectuales sean sancionados con todo el peso de la ley y se repare el daño de manera integral a la familia, estableciendo medidas de no repetición.
No hay comentarios