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Uriel, sin reyes magos ni Día del Niño

Por: Isael Rosales 

Sus pies entraron al agua, sonó el otro paso. Las olas se expandieron, con un rebote en las piedras, hacia la otra orilla del río. El sol inclemente dejó caer sus rayos sobre las piedras rodeadas de arena, río abajo miles más en silencio como la voz de un desierto… ¡chun!, el agua saltó por diferentes lados, Uriel Crispín Sánchez, de 10 años de edad, popularmente conocido como Chan, había realizado un clavado en una de las pozas de más de dos metros y medio de profundidad. 

Chan es originario de Totomixtlahuaca; una comunidad, de poco más de 1015 habitantes, enclavada en la región de la Montaña. La principal actividad económica es la agricultura (siembra de maíz, frijol y calabaza), la ganadería, el comercio y servicios de transporte. Sus padres, Quirina Sánchez Morelos y Maximino Crispín Olguín, son campesinos y con cinco hijos (cuatro hombres y una mujer). Chan se destaca por su avidez de conocer y explorar el mundo. 

Él no conoce el día de reyes o Día del Niño o quizá sabe que en su mundo los Reyes Magos han tenido una recesión económica o tienen una crisis económica de mucha envergadura que no les alcanzará llegar, por eso se niega a pensar en una esperanza ya que es preferible tirarse una carcajada después de un clavado en el río. Después de todo es más bello que un regalo en las aguas atómicas de Demócrito, cuan debe entenderse la risa de Chan en las tablas de multiplicar.    

Cursa el cuarto año de primaria. En segundo empezó a leer. En los momentos que no tiene clases ayuda en los quehaceres del hogar o del campo. En las primeras semanas de junio, Chan se alista -una vez que se unió a la petición de lluvia el tres de mayo- para sembrar maíz, frijol y calabaza. Su especialidad es acarrear agua para sus hermanos mayores y su papá. Cuando las semillas empiezan a crecer, se dispone a ir a cuidar para que los zanates no la levanten. En julio sabe que sigue la limpia de la milpa, primera y segunda, donde él tiene que acarrear el agua. Poco contratan a peones porque es caro pagarles 120 o 150 pesos, por eso Chan también tiene que agarrar su machete para apoyarles a su familia. La limpia se termina después de una semana de trabajo.  

Recientemente, antes del 12 de diciembre de 2020, cosecharon el maíz, frijol y calabaza. Chan pasaba los costales para ir guardando las mazorcas, acarreaba el agua para tomar, pizcaba e iba al encuentro de su mamá para ayudarle a cargar la comida y los refrescos. Es un niño que nunca dice que no a un quehacer, "a mí me gusta trabar en el campo y también a estudiar. Tengo buenas calificaciones, a veces 8 y a veces 9, con mi maestra".  

La familia de Chan vive con un promedio de 300 pesos a la semana. Sus libretas las recicla, es más, no quiere hablar de eso ni de los reyes magos, es más, frunce su frente como si no le interesara. Levanta una piedra entre la arena y mejor ríe. "Tómame una fotografía" con una botella valentina que su amigo, Martín, le ha invitado con unos chicharrones. 

Cuando hay mucho trabajo Chan se levanta a las cinco de la mañana, se monta en un burro y se aleja con su hermano mayor en las afueras de la comunidad. Regresan a las 12:00 del día para almorzar, después le dan un tiempo para jugar. Sin embargo, en la cotidianidad siempre se levanta a las siete de la mañana, junta la basura del patio de su casa y enseguida toma una taza de café. Deja pasar unos minutos para tomar un respiro y vuelve con la limpieza de la mesa, barre adentro de a casa, un cuarto de 6 por 10 metros. También lava los trastes, le da tomar agua y comer a un par de marranos. Sólo después de todas sus labores se dirige a bañar al río como a las tres de la tarde, acompañado de su amigo. 

Nada a contracorriente, pero pese a que las aguas lo regresan continua. "Soy un torbellino", grita al lanzarse de una roca para su clavado con dos vueltas en el aire. Pasa sus manos sobre el rostro y ríe. Así hasta que ya no aguante de frío, se va a la arena juega un poco y luego se sienta en una piedra perdido con su pensamiento. De pronto sale una palabra, "hace días encontré una piedra en forma de corazón".   

  

         

 


         


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