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Pedaleando contra la deserción escolar


El cierre de las clases presenciales ha propiciado acercamientos de padres y abuelos con niños y adolescentes en sus territorios y ha reforzado la transmisión de saberes ancestrales. Mientras, los maestros están preocupados por el creciente abandono de los estudios.

Todos los días, a las 9 en punto de la mañana, Alfredo López Ramírez, de 60 años, se tercia la mochila al hombro, se acomoda el tapabocas y se sube a una bicicleta que, aunque desgastada, lo lleva a encontrarse con sus alumnos del curso de artes que no tienen celular ni internet.

Media hora después, llega a la casa del primer alumno. Esta vez es Luis Fernando Castillo Gómez, de primer grado de secundaria; lo saluda, saca unas fotocopias del Himno Nacional de México en idioma zapoteco, lo entona frente al joven y su mamá y le indica que debe aprenderlo y que en la siguiente sesión será él quien lo interprete. La actividad está incluida dentro del contenido institucional de la Escuela Secundaria General Enedino Jiménez, donde el maestro imparte clases a 350 estudiantes que conforman 17 grupos.

El plantel educativo funciona en la novena sección, una de las zonas más rezagadas social, económica y educativamente de Juchitán, en el estado de Oaxaca, donde está asentado el mayor número de parques eólicos de México. Durante más de cinco años en su currículo ha privilegiado el rescate de la lengua y las tradiciones zapotecas. La tarea para los alumnos de primer grado es el aprendizaje del himno, mientras para los de segundo y tercer grado es el de la danza folclórica.

La explicación sobre cómo cantar apropiadamente el himno patrio tarda entre 15 y 20 minutos, al cabo de los cuales el profesor vuelve a la bicicleta para continuar con una especie de ritual que repite varias veces al día y que durante la semana lo lleva a visitar a domicilio 10 lugares de la ciudad —dividida entre secciones y colonias—. Como no siempre encuentra a los estudiantes en sus casas, a menudo utiliza el perifoneo con los altavoces comunitarios para convocarlos.

El mismo interés por mantener los programas de educación intercultural lo comparte la misionera de Jesús Marianella Huapaya en la Amazonía peruana, donde desde hace 36 años convive con los indígenas shawis, en un territorio sin internet, sin televisor y con una débil señal de radio nacional. Como maestra de una escuela bilingüe intercultural de la comunidad de Progreso, en la que ha laborado 15 años, al principio se preocupó, pero bastó una reunión con profesores de varias escuelas que atienden a unas 90 comunidades indígenas para percatarse de que su mayor fortaleza era una emisora parroquial propia que estaba a la vuelta de la esquina.

Así, Radio Betania, en el centro poblado San Gabriel de Varadero y dirigida por la religiosa, se convirtió en la plataforma para difundir su versión del programa Aprende en Casa. Desde allí los mismos docentes que antes daban clases presenciales en lengua originaria han impartido lecciones de educación inicial, primaria y secundaria a cerca de 450 estudiantes y avanzan en medio de dificultades. Por ejemplo, la emisora funciona once horas diarias, pero como a menudo están sin electricidad, deben utilizar gasolina para un generador que consume un galón por hora a razón de cuatro dólares por galón.

"Antes, nuestros antepasados tomaron nusetu nunin —ayahuasca—, para tener visiones, y vieron nuestro mundo en siete espacios formados como un panal de la Campana avispa. Así es nuestro mundo, como si estuviera colgado. Los espacios comienzan debajo de la tierra y van enlazándose unos con otros hasta llegar al de los astros".Cosmovisión shawi
La hermana sabe que en los distritos de Cahuapanas y Balsapuerto muchas de las escuelas son unidocentes o multigrados con dos profesores o máximo con tres. También sabe de la importancia de que los alumnos aprendan desde su propio contexto sin dejar de lado las competencias y capacidades exigidas a todos los estudiantes.

Por eso, ella y sus compañeros se han esmerado en elaborar fichas de aprendizaje con situaciones propias de la comunidad, como la medicina tradicional para atender la covid-19 o las normas de convivencia para la prevención del contagio. También han utilizado mitos propios como los del motelo (tortuga) y el venado para desarrollar competencias y capacidades señaladas en el currículo.

Esas fichas tienen la virtud de ser elaboradas desde la realidad shawi y no desde el Ministerio de Educación. "Sabemos cómo quiere la gente que sea el aprendizaje de sus hijos, cómo quiere que funcione el uso de las dos lenguas. La lengua local sigue y deben aprender desde ella, no solamente a hablarla, sino a escribirla, a conocer su gramática. De esta forma, partiendo de la lengua originaria, hemos podido llegar al aprendizaje del castellano", insiste Huapaya.

La escuela es mucho más que un aula

Lejos del Perú, Sandra Maribel Pablo, maya kaqchikel, comparte algunas fotografías de las plantas que sembraron sus estudiantes de tercer grado de primaria, como parte de un proyecto de cultivo de hortalizas, frutas y plantas en casa: cebolla, chile pimiento, apio, cilantro o culantro, macuy o hierba mora, limones, buganvillas. A través de las clases virtuales les enseñó a elaborar el abono, seleccionar las semillas y plantar. Cuando los niños le decían que salían animalitos buscaban alternativas para no usar pesticidas.

Una de las motivaciones de esta maestra guatemalteca del Centro Educativo Bilingüe Intercultural K'astajib'äl fueron las banderas blancas, un código silencioso con el que personas que quedaron sin trabajo por la pandemia piden alimentos porque están pasando hambre. Quería que sus estudiantes y las familias se animaran a crear sus propios huertos: "Lo práctico es muy bonito. Ellos me mostraban cómo sus plantas iban creciendo. De pronto comencé a ver que ya compraban sus semillas, sembraban rábanos y varias familias empezaron a cultivar sus alimentos y a comer saludablemente".

En otras comunidades ocurrieron experiencias similares. En Colombia, en el Instituto Francisco José de Caldas, tienen una asignatura llamada Agroecología en la que los estudiantes aprenden los conocimientos propios de cada cultura para el manejo de la tierra y del medioambiente. Por la pandemia, no ha sido fácil dictarla, pero aun así se ha incrementado la producción agrícola y muchos alumnos colaboran con sus padres y abuelos en las chacras para aprovisionarse de sus propios alimentos. "La participación de la familia en la educación de los hijos se está dando de forma espontánea", asegura el maestro Franky Pijashi.

En Bolívar, Venezuela, la cotidianidad de la comunidad pemón está sumergida en la minería, razón por la cual los docentes se han empeñado en concientizar a los muchachos de quinto año de bachillerato acerca de "que no todo es oro, que la naturaleza también nos provee de formas de sustentarnos". Bajo esas reflexiones culminaron el curso haciendo su servicio comunitario en el conuco escolar, un proyecto que comenzó cuando la lideresa y maestra Ana Mercedes Figueroa era capitana de San Antonio de Roscio. "En mi casa pudimos seguir realizando la tala y siembra del conuco y los niños permanecían con nosotros ayudando en el trabajo familiar", relata.

Akuwamari favorece la germinación y los buenos tubérculos. Esta anciana cariñosa, que representa el küse chiwün (espíritu de la yuca), acompaña a los pemones en tiempos de hambre y peste. Sus piedrecitas rojas, como peloticas, se colocan entre las plantas para ayudarlas a crecer.

Desde antes de la pandemia, los estudiantes de la Escuela Santa Clara del Oso aprendían en clase elementos de su cultura. Ahora lo hacen en sus casas. Los niños pelan, rallan, exprimen y ciernen la yuca para preparar tortas de casabe. Foto: Minerva VittiDesde antes de la pandemia, los estudiantes de la Escuela Santa Clara del Oso aprendían en clase elementos de su cultura. Ahora lo hacen en sus casas. Los niños pelan, rallan, exprimen y ciernen la yuca para preparar tortas de casabe.

Bien al sur, en Chile, Jeannette Curinao Alcavil, indígena mapuche y profesora mentora de la educación tradicional en el Liceo C-90 Trapaqueante, vio aparecer muchas huertas en la localidad donde reside. Eso disipó la preocupación que le causa saber que muchas veces por estudiar se deja de lado la educación en familia y se desvaloriza el trabajo del campo, de la casa, aprendizajes importantes que sus alumnos están poniendo en práctica.

Lo mismo ha sucedido en Perú con los shawis, cuyos niños aprenden a interactuar con la naturaleza desde los saberes y la cosmovisión de su cultura porque están pasando más tiempo con las familias. Por ejemplo, para que el joven se haga fuerte y sepa enfrentarse a los desafíos de la naturaleza, debe bañarse muy temprano en la madrugada, guiado por el papá, y hacer sonar el agua. O para que las muchachas asuman su papel de mujer shawi les enseñan a hilar, tejer, pintar y sobre todo a entrar en el misterio de la selva, conocer sus plantas sagradas, experimentar la relación de un ser humano con la naturaleza.

"Cuando vemos la falda de una mujer shawi, por los dibujos nos damos cuenta de a qué familia pertenece y cuáles son sus valores. La escuela no puede quedarse ajena a todo esto —expresa la religiosa Marianella Huapaya—. Estamos tratando de tocar esa realidad llevando a los estudiantes a analizar qué significa pertenecer a su cultura. Han de reflexionar sobre ella, han de descubrir las cosas propias que valen para entrar en cualquier contexto. Una cultura a la que no deben temerle, que tiene que ser signo de riqueza para ellos".

"El Estado debe garantizar a todos los niños y adolescentes indígenas regímenes, planes y programas de educación que promuevan el respeto y la conservación de su propia vida cultural, el empleo de su propio idioma y el acceso a los conocimientos generados por su propio grupo o cultura. El Estado debe asegurar recursos financieros suficientes que permitan cumplir con esta obligación".

Artículo 60.- Educación de niños y adolescentes indígenas. Ley Orgánica para la Protección del Niño y del Adolescente (Caracas, Venezuela, 1998)

En esa búsqueda por generar un diálogo de saberes es crucial el papel de los sabios y ancianos. Pero hay dos grandes dificultades; muchos de estos maestros, fuentes de conocimiento tradicional, están muriendo por la covid-19, y la influencia de la tecnología en las comunidades más cercanas a centros urbanos ha ido alejando a los niños del saber tradicional. "Desde la institución hacemos énfasis en que esto se debe recuperar —dice el maestro colombiano Franky Pijashi—. Hemos vinculado al abuelo, pero muchos ya no tienen la capacidad de hablar, transportarse, porque ya están muy ancianos; otros han muerto; no hemos logrado tener ese conocimiento".

Los pocos que quedan han podido reencontrarse con sus nietos al calor del hogar durante la pandemia. Julia Cecilia Guarquez Pérez, 11 años, maya kaqchikel, disfruta los almuerzos con su abuelo, que le cuenta historias de la niñez, de cuando hacían sus propios juguetes, se montaban en los árboles, iban a trabajar al campo con sus padres. De todos esos relatos el que más llama su atención es el de los tiempos del conflicto armado en Guatemala: "Él habla de que les quitaron a sus hermanos, que los mataron, él vivió todo eso y se tuvo que trasladar para acá, pero toda su familia se quedó. También me habla de mitos como La Llorona…". Los abuelos de Ceci son maya ixil, sobrevivientes de la guerra en Guatemala entre 1960-1996 y también han ido al colegio para contar esta experiencia.

Acciones contra las medidas arbitrarias

Con la llegada del coronavirus algunos gobiernos cerraron planteles educativos, incluso en comunidades indígenas que habitan zonas remotas y cuyos maestros hacen parte de la misma comunidad. Es el caso de Tencua, en Amazonas, Venezuela, con apenas 400 habitantes, a donde solo se puede ingresar por vía aérea (una hora) o fluvial (hasta una semana de navegación). En este lugar funcionan la Escuela Simón Bolívar con 136 estudiantes (desde preescolar hasta octavo grado de secundaria) y una sede de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador (Upel) Macaro con 18 estudiantes para la Licenciatura en Educación Intercultural Bilingüe.

Sor Eleuza Docarmo, misionera de la Consolata con 14 años entre el pueblo indígena yekuana y sanema, cuenta que al principio los maestros continuaron dando clases, pero luego recibieron una llamada por radiotelecomunicación en la que les exigían suspenderlas, ya que el Ministerio de Educación no validaría lo que estaban haciendo.

Los docentes lo sintieron como una imposición y debieron implementar la misma modalidad que en el resto del país con la entrega de guías. Sin embargo, esto solo se aplicó en Tencua y Puerto Unión porque en el resto de las comunidades del Alto Ventuari —unas 34—, no hubo clases. "Muchos niños venían donde nosotras para que les ayudáramos a hacer los trabajos, nuestra casa se convirtió en una biblioteca", dice sor Eleuza. Pero otros no hacían las tareas y las guías regresaban vacías. "Al final del año más de una representante decía: 'Le dije al maestro que aplace a mi hijo porque no estudió, entonces va a ser promovido a qué'", afirma la religiosa.

Otros tuvieron que arreglárselas sin ayuda especializada, pues las familias se fueron a sus conucos, muy distantes de la comunidad. "Prácticamente se habían mudado y solo regresaban a entregar las actividades", relata Celestino León, indígena yekuana y encargado de control de estudios en la Escuela Simón Bolívar en Tencua.

La escuela de Tencua es un ejemplo de metodología de aprendizaje intercultural bilingüe. Los docentes hablan y escriben tanto en yekuana como en español y la planificación de las materias se hace a partir de la educación propia. Tienen como base la Guía Pedagógica Yekuana para la Educación Intercultural Bilingüe elaborada por docentes de este pueblo indígena y publicada por el Ministerio de Educación y Unicef en 2002. Los niños y niñas sánemas, la otra etnia que asiste al colegio, deben aprender el yekuana. Los estudiantes de la Licenciatura Intercultural Bilingüe de Upel también aportan al elaborar material didáctico propio para todas las áreas hasta sexto grado, un único contenido que sirve de referencia para la planificación de las clases. Organizados en parejas, producen los contenidos de etnomatemática, geografía yekuana y ciencias naturales, que quieren publicar en un libro, al tiempo que están trabajando en la gramática yekuana.

En esta comunidad, la electricidad la provee un generador, pero casi nunca hay gasoil. Algunos compran un inversor y panel solar para ver las noticias a través de un servicio de televisión por cable (Directv) que adquieren en Colombia. Así que no pudieron ver los programas de educación a distancia por televisión, una de las estrategias educativas que implementó el Estado venezolano: "La gente lo cuestionaba, los docentes se reían, ¿cómo quieren hacer eso aquí?, aquí tiene que ser presencial, no había motivo para prohibir las clases. Los niños no estudiaron", se lamenta la religiosa.

Guía Pedagógica Yekuana

Carencias parecidas se dan en México, donde vive el profesor Alfredo. Al comenzar la pandemia los docentes de su colegio tomaron Talleres Estatales de Educación y discutieron sobre alternativas de aprendizaje como usar plataformas multimedia y Whatsapp, pero apenas comenzaron las clases virtuales notaron las deficiencias en conectividad y acceso a la tecnología de la comunidad escolar. Según el coordinador académico del plantel, Humberto Jorge Jiménez, a una tercera parte del alumnado le faltan herramientas tecnológicas para tomar las clases.

Lo mismo sucede con estudiantes de otros planteles, sobre todo de comunidades nativas donde el acceso a internet y la luz eléctrica no llega al 45 por ciento de los 900.000 alumnos, según el Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca (Ieepo). Justamente esa brecha digital tan marcada llevó a la sección 22 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) a rechazar el modelo de educación a distancia promovido por el Gobierno.

Esa conciencia sobre la brecha digital impulsó al maestro Alfredo a implementar las visitas domiciliarias. Sabe que no suplen la totalidad de las necesidades de conocimiento de sus estudiantes, pero al menos puede avanzar en los contenidos temáticos y contener la deserción escolar: "Tuve que adoptar esta forma de trabajo para que mis alumnos sigan aprendiendo sobre la materia; no es nada fácil, pero me gusta lo que hago, me apasiona, y con mi bicicleta puedo llegar a todos los rincones, no hay nada de imposibles".

"Todos los niños y adolescentes tienen derecho a tener su propia vida cultural, a profesar y practicar su propia religión o creencias y a emplear su propio idioma, especialmente aquéllos pertenecientes a minorías étnicas, religiosas, lingüísticas o indígenas. Artículo 36.- Derechos culturales de las minorías.

Ley Orgánica para la Protección del Niño y del Adolescente (Caracas, Venezuela, 1998)

La dedicación no pasa inadvertida. Janeth del Carmen, madre de familia, cree que sin la "disposición" del docente, su hijo difícilmente podría retomar las riendas de la educación, pues ellos no tienen la capacidad económica de pagar por el acceso a internet ni a un celular inteligente con aplicaciones. Desde que comenzó la pandemia, ella, artesana, y su esposo, carpintero, han visto cómo les cancelan los pedidos o ni siquiera les llegan y debieron ocuparse en actividades informales que apenas les dan para comprar alimentos.

Las visitas domiciliarias han puesto al profesor Alfredo frente a una realidad que solo conocía "por voces y testimonios". Ahora ya sabe en qué condiciones viven sus estudiantes y puede entenderlos mejor. "Me gustaría que todos mis compañeros hicieran lo mismo, porque lo que menos deseamos es que deserten de la escuela; algunos nos han dicho que prefieren perder el ciclo escolar porque no tienen un celular o internet".

Para cumplir su propósito y mientras dure la emergencia sanitaria, seguirá pedaleando en su desgastada bicicleta, anotando en su lista los progresos de los alumnos y luchando por su meta de que los estudiantes de primer año se aprendan el Himno Nacional Mexicano en zapoteco y el resto de los grupos conozcan los bailes tradicionales de Oaxaca.

Un texto originalmente publicado en: https://www.connectas.org/especiales/saberes-ancestrales/pedaleando-contra-la-desercion-escolar/

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