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Opinión | Arnulfo Cerón Soriano: justicia inconclusa




Por: Isael Rosales ✍🏾


El día que me encuentre la muerte, que la tierra me abrace y que la vida me acaricie eternamente en el tiempo. Cuando llegue ese momento, madre, no quiero verla llorar, haga grande su corazón, no quiero nada solo un panteón. 

Recuerdo las palabras de mi hijo Arnulfo y me viene un incontrolable sentimiento que por poco brotan las lágrimas, pero puede más el coraje contra las injusticias. Pienso cómo padeció en esa noche que se lo llevaron, qué pasó. No estoy conforme con lo que le hicieron.

Arnulfo Cerón Soriano era mi único hijo que me quedaba porque su hermano lo asesinaron en 1985 cuando apenas tenía 14 años, junto con a papá, después de que regresaban de Cualac, donde compraron unos marranos para la matanza, porque vendían la carne para solventar económicamente a la familia. 

Como Arnulfo ya estaba creciendo se comentaba en el pueblo que también lo matarían por lo que se trasladó a Huamuxtitlán para seguir sus estudios de secundaria. Posteriormente viajó a Tlapa y luego a Chilpancingo para cursar la licenciatura en derecho, en la Universidad Autónoma de Guerrero.

En aquel entonces tenía que trabajar, cada 15 día me pagaban 200 pesos de peón, para apoyarlo en sus estudios, pero no alcanzaba él tuvo que trabajar lavando trastes. En ocasiones se llevaba sus memelas para que comiera unos días. Fue complicado, pero terminó sus estudios con mucho sufrimiento. Era muy trabajador desde que estaba en el pueblo, muchas veces lo alquilaban para trabajar sembrando arroz.  

Siempre fue muy cariñoso, cada vez que llegaba me abrazaba y me daba mi beso. Extraño sus caricias. Ahora pienso que fui muy mala con él porque me daba pan y a veces no quería o luego me decía que me llevaba 15 días o un mes a Tlapa o a la Ciudad de México, pero le decía que no estaba a acostumbrada. Me arrepiento.  

De pronto llegaba y me decía que andaba luchando por la gente de las comunidades. Iba a Zacualpan a dejar apoyos de viviendas. Luego me hablaba por teléfono para decirme que andaba en Acapulco donando ropa o en una reunión en Chilpancingo. A su regreso volvía a marcarme para avisarme de su llegada a su casa y también para que me durmiera.

La lucha por la defensa de los derechos humanos ya era parte de su vida cotidiana. Se había curtido en la técnica jurídica cuando estuvo trabajando en Tlachinollan, donde reafirmó su compromiso con las comunidades indígenas. Trajo a la memoria su infancia marcada por la marginación, discriminación y pobreza extrema; una realidad que se repite en muchas familias de la Montaña. Además, a los 12 años fue testigo del asesinato de su padre y de su hermano, hecho que lo impulsó a luchar contra la violencia y las injusticias.

La inquietud para defender a los más necesitados se fue forjando en el camino. Se fortaleció con las luchas sociales y universitaria, las marchas de indígenas de la región en la ciudad de Chilpancingo; el movimiento zapatista y el Consejo Guerrerense 500 años de Resistencia.

Sin embargo, después de estar en Tlachinollan se fue como asesor jurídico en el municipio de Metlatonoc. Aquí su posición política ante la realidad se tornó más crítica y directa a un sistema de justicia indolente que desdeña a las comunidades de la Montaña. Pero en septiembre de 2000 vivió la injusticia en carne propia, fue detenido por elementos de la policía ministerial de Tlapa, quienes lo torturaron durante 48 horas, física y psicológicamente, para inculparlo de homicidio, un delito que nunca cometió.

Arnulfo fue puesto en libertad después de un año y medio de reclusión, pero quedó por un tiempo con traumas severos. En el 2010 volvió a la vida política partidista con militancia en el PRD. Llegó el 2014, él como asesor jurídico del ayuntamiento de Tlapa, la repentina noticia de que 43 estudiantes de la normal de Ayotzinapa habían desaparecido forzadamente el 26 de septiembre de 2014.

Se evidenció que el sistema de partidos no era útil más que al interés de la clase en el poder, la descomposición política y los vínculos de las autoridades con la macro delincuencia. Arnulfo renunció para convertirse en una de las personas más activas del movimiento de los 43 en la Montaña.

Se unió al Movimiento Popular Guerrerense, acatando los acuerdos de las madres y padres en la Asamblea Nacional Popular de tomar los ayuntamientos y boicotear los comicios del 2015 como medida de presión en la lucha por la presentación con vida de los estudiantes. Arnulfo y Antonio Vivar eran la dupla de la resistencia en la región. El 7 de junio de 2015 durante las protestas fueron reprimidos por las fuerzas armadas y la policía federal, donde fue ejecutado extrajudicialmente el defensor Na' Savi Antonio. Arnulfo exigió justicia. 

En 2018 se sumó al Movimiento por la Liberación de los Presos Políticos del Estado de Guerrero para exigir la libertad de los presos de integrantes de Consejo de Ejidos y Comunidades Opositoras a la Presa la Parota. En 2016, Arnulfo y otros líderes deciden crear el Movimiento Popular de la Montaña en que su propuesta centrar era organizar a las comunidades, colonos, comerciantes para obtener respuestas a demandas sociales urgentes. Aquí se convirtió en la figura más visible del movimiento. Increpó a las autoridades locales para exigirles que rindieran cuentas, esto molestó generando un ambiente adverso y una guerra mediática contra su persona. El presidente municipal, Dionicio Merced Pichardo, lejos de buscar alguna alternativa lo empezó a descalificar y a criminalizar.

La tensión llegó a su clímax cuando los comerciantes marcharon y bloquearon las calles céntricas de Tlapa. Fue la última amenaza de muerte que tuvo Arnulfo. Días antes ya lo habían amenazado, lo cierto es que nunca me contó. Al contrario, el andaba riéndose, aunque le decían que se cuidara, pero él decía que su cuñado se iba a morir de miedo. Pero aquella vez estábamos sentados cuando entró una llamada, miró el celular y dijo que no iba a contestar; sonó otra vez, entonces quiso disimular, pero su rostro se miraba triste. Pensativo me dijo que comiera, que él ya no tenía hambre, pasaron unos minutos y se animó a comer. Es la única vez que lo observé espantado.

El 11 de octubre de 2019, a las 20:00 horas, Arnulfo Cerón salió de su casa a dar una plática en alcohólicos anónimos, pero nunca llegó. Al principio su teléfono timbraba, después quedó el silencio. Sus familiares se preocuparon y empezaron a buscarlo por las colonias, hospitales y cerros cercanos. Al día siguiente su carro fue encontrado abandonado. La angustia y la desesperación se hicieron más profundas. No se sabía nada de su paradero. Las organizaciones sociales y familiares intensificaron las búsquedas, la visibilización mediática escaló al plano nacional e internacional, las autoridades empezaron a regresar a mirada después de su insensibilidad y su sordera; el esfuerzo conjunto se logró dar con su paradero el 20 de noviembre de 2019, su cuerpo yacía a tres metros bajo tierra en el lugar conocido como los Tres Postes, en la salida de Tlapa.

Las autoridades prefieren dejar los casos a la deriva, son los principales orquestadores de la violencia. Es una realidad de tinieblas y de margas experiencias sonde los familiares tienen que buscar a sus seres queridos, acosta de sus propios riegos y seguridad. Las instituciones están vacías, la ausencia del orden es su especialidad. En Tlapa impera el poder la de delincuencia, que se erigen como los dueños y empresarios de inmuebles, en complacencia de los gobiernos locales. Los giros de la economía del narco hicieron florecer negocios de deferentes giros para lavar el dinero. Esta prosperidad abrió nuevos horizontes, convirtiéndose en maquinarias pesadas para abrir brechas, trazar calles, tener hoteles y en suma tener el control de la población. Las barrancas son los lugares preferidos, porque ente la oquedad dejan los cuerpos, esperando que las mismas corrientes de agua los arrastre y los entierre
Era impensable que, en Tlapa, donde hay multiplicidad de vestigios arqueológicos, que nos hablan del esplendor de las culturas prehispánicas, ahora esté colapsada con la ocupación de los grupos delincuenciales. La inseguridad y la violencia es parte del paisaje nocturno controlado por la delincuencia.

En este contexto desapareció y fue asesinado brutalmente Arnulfo Cerón Soriano, a dos años de los hechos lamentables, el terror sigue en las calles de Tlapa, los ruidos de motocicletas y carros suben y bajan de las colonias más pobres; los asesinatos y las desapariciones no cesan, los tiroteos son parte de la noche estrellada. Lo más triste es que la mamá de Arnulfo su corazón está batido, "sigo pensando noche y día en mi hijo menor, quiero dormir, pero me despierta con un beso, sólo es mi imaginación.  

A dos años de la desaparición y asesinato de Arnulfo Cerón Soriano la justicia sigue pendiente, así como la desarticulación de los grupos de la delincuencia organizada que genera un clima de violencia y una crisis de derechos humanos. Es un caso que ilustra la violencia demencial de la macro delincuencia, coludidos con las autoridades. La desaparición forzada debe apelar al derecho de no repetición ya que no deberían existir en un estado democrático. Las autoridades siguen criminalizando a los defensores de derechos humanos como un continuum de violencia, sin ninguna protección. Si los responsables en el caso Arnulfo siguen sin ser sentenciados deja un mal precedente en la historia de la violencia en la Montaña.

 

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