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Idolina: mujer semilla, de sal y agua



 Por: Yanely Fuentes / Periodista

 

 

Dios perdona siempre; el hombre a veces, pero la naturaleza…

ella nunca te perdonará el daño que tú le haces.

 

Hace muchos años cuando escuché el nombre de Idolina, fue en alguna platica por ahí, en el transporte público, en el mercado o quizá en mi casa, no recuerdo el lugar, pero si recuerdo que se habló de ella por promover el ecologismo.

Hasta ese momento yo no conocía lo que era una defensora ambiental, no fue sino hasta después de años trabajando con movimientos sociales y entendiendo la importancia de esta labor, que pude comprender lo que ella, esa señora de ahora 57 años promueve y defiende.

Cuando ella llegó a Ojo de Agua, una comunidad Salinera en las Costas del Pacifico mexicano, en el municipio de Copala,  no se imaginó poder crear espacios en colectivo para las mujeres trabajadoras.

La principal actividad económica en esos tiempos, allá por el 95, era la producción y extracción de sal. Y las mujeres y las infancias eran parte de la mano de obra que hacía posible que la sal llegara a nuestras mesas.

Dos años bajo el sol, entre el agua y el salitre; regando, moviendo, raspando, juntando, almacenando y buscando el mercado para la venta de la sal; así, viviéndolo por ella y sin que le cuenten, supo la importancia del trabajo que las mujeres realizaban, trabajando a la par de sus parejas, con sus hijos al lado.

Ella, la mujer de sal sabía que era necesario generar las condiciones para dignificar el pesado trabajo que realizan las mujeres de la sal, pero no solo por la importancia de un pago justo, sino por lo importante que era preservar esa actividad como parte de la cultura en la región salinera de las costas de Guerrero.

Y así, en el chachito de tierra que habita, ahí donde ella dio vida a sus 4 hijos, la mujer de sal, también se volvió semilla… y ahí, se plantó con sus sueños.

Y sus sueños que hoy son retoños, sabemos que crecerán, por ahora son los inicios de lo que algún día será la empresa familiar que abrirá mercado a la ya casi extinta actividad llamada “salineada”.

Hoy me cuenta sus sueños y me revela el secreto de su abono, aunque usted no lo crea, su composta lleva sal, lleva agua y lleva ilusiones. Lleva los cachitos de cada actividad en la que ha dejado huella, como la siembra de arbolitos, por ejemplo.

Allá entre los 2000 y 2010, junto a los jóvenes del grupo juvenil de la iglesia sembró 1000 árboles por año, sembró Acasias, Zopilotes (Caoba) y hasta Jacarandas. Esos arbolitos que con tristeza recuerda, les fueron arrancados.

Pero, la mujer semilla es vida y aunque los árboles no llegaron a florecer, el día que Idolina sembró esos árboles, también sembró la conciencia, el amor y respeto a la madre tierra. Y esas semillas, están ahí, germinando poco a poco en cada joven, esperando a florecer.

En estos tiempos, cuando la visité en su cálido hogar, ni la agüita fría, ni el airecito fresco que me compartió, opacaron el calorcito que de su esencia se percibe, en esa cuerpa donde guarda sus fuerzas para seguir y salir incluso fuera del pueblo, viajar a otras ciudades o estados para rescatar semillas. Y así, seguir insistiendo en reforestar, aunque los árboles sean arrancados, de ella no se arranca nunca el deseo de regresar a la madre tierra las semillas perdidas.

Por eso hoy escribo sobre ella, porque creo que es el mejor momento para honrar a esta mujer semilla, de sal y agua, una mujer sabía que ha hecho florecer la conciencia de una forma mágica, así como las Jacarandas que florecen plenas en marzo.

Idolina Martínez Noyola, que tus acciones en defensa y cuidado del medio ambiente sean los caminos que te lleven a poder “transformar tanta cosa imposible” así como lo dice tu canción favorita.

 

 

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