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La culpa de no pertenecer


Por: Gaby Fernández / Editora en Quadratin Guerrero


Este año me he sentido desconectada del ejercicio feminista por una razón, la culpa, esa culpa que me dice que por no haberme permitido ser desde mis principios y valores feministas, no soy digna de compartir espacios de este modelo político que busca desarticularnos de creencias, de conductas, de acciones y de formas de pensar nocivas y que van en contra de alcanzar nuestro bienestar propio y con el de otras mujeres.

Desde que tengo uso de razón hay un sistema que me dice cómo debo actuar, vestir, desarrollarme, expresarme y ser para complacer y no incomodar a otros; en el feminismo descubrí que ninguna mujer debe adaptarse a modelos o estándares para ser las mujeres que requerimos ser tanto en nuestra esencia y como nos mostramos a los demás.

Sin embargo, en este camino en el que he aprendido y desaprendido existen ciertos duelos por vivir, hay que dejar morir todo lo que considerábamos normalizado, todo lo que creíamos correcto, todo lo que consideramos que así debía ser.

Hay momentos en los que este andar me ha permitido abrirme con toda naturalidad, se siente como si el feminismo me hubiera quitado de encima miles de cargas en las que siempre sentí que no era yo, no era mi espacio ni mi esencia.

Sin embargo, la culpa, esa culpa con la que siempre hemos crecido las mujeres, me ha impedido o limitado a seguir creciendo y creando desde mi nueva construcción.

Desde el 8 de marzo de 2024 al que se acerca, he caído en conductas que van en contra de mis principios y valores basados en mi nueva construcción feminista, eso me avergüenza porque afuera hay un sistema que aún siento que me dice cómo debo ser mujer y cómo debo ser feminista o entonces soy una hipócrita y no soy digna de pertenecer.

A pesar de saber que todos los días se conoce y se desconoce algo respecto, que caemos en ciertas prácticas en las que se siente como un portazo en la cara, que mi actuar o pensar no era como creía, está esta otra parte que ya lo sabe, ya lo aprendió y aún así lo repite y no puede evitar sentir la culpa de haberlo cometido.

Una parte de mí se ríe inconscientemente de chistes machistas, pero me autoflagelo al hacer conciencia de que no debí porque mientras siga permitiéndolo, al menos mi entorno no cambiará.

Hay una culpa muy grande de permitir conductas dentro de relaciones que sé que no debería, pero permito que me arrastre hacia a la complacencia, al no incomodar, a adáptame a la necesidad y gusto de la pareja, abandonándome de a poquito, y aunque hay una diferencia abismal en cuanto a relaciones pasadas, aún persisten prácticas que sin buscar culpas, para mí son un indicativo de autoexigencia de seguir aprendiendo y preparándome más.

Se siente como un enorme castigo y me ataca una duda sobre si lo estoy haciendo bien o mal cuando busco mis gustos, cuando busco lo que me agrada, cuando escucho lo que me nace, cuando veo lo que me produce placer y hay alguien detrás diciendo que eso no es propio de ser mujer.

Me invade un sentimiento destructivo al hablar, suponer de una forma de enemistad con mujeres a las que no me he dado la oportunidad de conocer y aunque las conozca y aún con todo su actuar sé que no soy juez de sus acciones.

Entonces, culpa, tras culpa, me ha hecho sentir que este año no me siento digna de alzar la voz por un movimiento que en algún momento me salvó la vida de un agresor, me salvó la vida de la percepción que tenía sobre mí misma.

Y sé que conscientemente el feminismo no se trata de ser merecedora, digna o de tener que cumplir con requisitos para pertenecer, sino más bien evidenciar que aún con todo un trabajo emocional, físico, que me ha costado relaciones sentimentales, familiares, de trabajo y amigos, sigo tan automatizada de sentir culpa por equivocarme, como si no tuviera ese derecho.

Estas palabras sirven para liberarme de esas ataduras, quizás de esa apatía y esas cargas que había venido sintiendo desde hace ya varios meses y que espero que sea un espacio de reflexión no solo para mí, sino para mujeres que se sienten de la misma forma.

Expresarnos es un acto radical y lo es más cuando se habla de lo que se calla, lo que harta, lo que duele y lo cansa.

 

 

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