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Salud mental




Por: Diana Itzel Hernández Hernández / Chilapeña de corazón.

En Memoria de Lucía Hernández Dircio y Juana Dircio Barrios.

 


Llevo 7 años exigiendo justicia por mi mamá y mi abuelita. Su forma de vivir la vida fue tan precaria, que hoy día suele pasar desapercibida de quienes viven en un mundo en el que se hace patente el “no pasa nada”. Nunca he sido una mujer conformista, siempre he creído en mi fuerza de voluntad, de mis principios y mis valores, para decir que las cosas no están bien. Es muy sencillo identificar cuando las autoridades gubernamentales se enfocan en la procuración de justicia y también es muy sencillo identificar cuando las cosas están inamovibles. Eso tan solo nos indica que no hay un compromiso para las víctimas, pero también no hay compromiso con su pueblo.

Hoy les quiero hablar sobre un proceso que hemos descuidado, porque lo hemos permitido y porque nos ha faltado trabajar de la mano. Aunque haya muchas colectivas o colectivos, se necesita un trabajo integro, ya que muchas de las que seguimos resistiendo los golpeteos del machismo, de la violencia estructural, a nivel personal ha mermado la salud mental. No todos los procesos son solo mediáticos, jurídicos o políticos; la reconstrucción del tejido social empieza en una misma. Sin embargo, aunque lo hayamos escuchado muchas veces, si no contamos con el apoyo, cae uno en el estancamiento, en la vulnerabilidad, en depresión.

Se nos ha juzgado por el aborto, se nos ha juzgado por “no hacer nada”, se nos ha juzgado por pensar diferente, se nos ha juzgado por vivir con mayor libertad, se nos ha juzgado por estar en casa, se nos ha juzgado por vestirnos como queramos, se nos ha juzgado por nuestro color de piel, se nos ha juzgado por nuestra religión, se nos ha juzgado por ser madre, activista y política, se nos ha juzgado por ser de comunidad, se nos ha juzgado por no ser esbeltas, se nos ha juzgado por ser lésbico-gay, se nos ha juzgado por ser pobre, se nos ha juzgado por no encajar en los estereotipos del mundo globalizado, ¿Qué más hay? ¿Algo más por el qué ser juzgadas?

Estamos padeciendo un nivel de violencia en el que se ha hecho difícil vivir. Cada día hay desapariciones de estudiantes, de mujeres, igual, también de hombres y niños. Este nivel de violencia tan cruel e inhumano nos ha llevado arrastrando un problema que parece no tener fin. Colectivos y colectivas, en busca de sus seres queridos, hijas que han perdido a su madre, padre, a su hermana, a su amiga, siguen retomando este 8 de marzo como una muestra de resistencia y de amor por justicia.  ¿Pero entonces que pasa con el penar de quienes vivimos con ese dolor en el pecho? De algo que no es fácil de encontrar, de que no hay nada que pueda pagar el dolor que se lleva a cuestas, ¿Dónde queda el bienestar de todas nosotras? 

Siempre aguantando las miradas y la incomprensión de quienes no han vivido una pérdida o simplemente son indolentes a la situación actual. Aguantando la inacción de las autoridades a sabiendas que pueden mitigar, aunque sea un poco el dolor. Aguantando las críticas del porque marchamos, porque bloqueamos, porque gritamos, porque rayamos. ¡¡Porque ya nadie aguanta tanta rabia!! ¡¡Tanta indignación!! ¡¡Es la voz que brota desde el fondo del corazón!! ¡¡es un grito por la libertad!! ¡¡Es un grito por la justicia tan anhelada!! Y porque no estamos dispuestas a rendirnos ¡JAMÁS!

Algunas que mostramos esa valentía es porque así nos forjó la vida, porque nadie puede vivir bajo el yugo de la violencia, y que si a veces lo permitimos fue por ingenuidad y nobleza, pero ¡ya basta!

Hoy tenemos una posibilidad, y radica en la reconstrucción primeramente de nosotras mismas, es recuperar ese brillo, esa fuerza interior, esa guerrera que busca su bienestar, y eso, está basado en la DECISIÓN de querer vivir mejor, de no permitir que nos sobajen, romper el ciclo de ese hombre que nos ha tratado como lo peor. Por amor a nuestra persona, resignifiquemos nuestro SER con el HACER. 

Termino con esto: “Llorar no solucionará las cosas, pero no lloramos para solucionarlas, lloramos para liberarnos”.

  

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