¿Vale la pena seguir marchando?
Esta pregunta ha rondado mi mente muchas veces en las
últimas semanas. No es un secreto que el movimiento feminista enfrenta desafíos
tanto internos como externos. Las críticas han aumentado, y cada vez son más
los cuestionamientos sobre lo que significa ser feminista y sobre el impacto
real del movimiento en la sociedad. Además, la mirada de quienes buscan
desacreditarlo nunca descansa: están atentos a cualquier error, a cualquier
fallo, listos para señalar que “las mujeres también agreden”, que “las mujeres
también violentamos” o que “las mujeres también podemos odiar”. Como si la
existencia de mujeres imperfectas pudiera invalidar una lucha que busca
justicia, equidad y dignidad para todas.
Sin embargo, cada vez que me hago esta pregunta,
recuerdo por qué salí a marchar por primera vez. Salí por mí, por mi derecho a
exigir justicia, por mi derecho a gritar, porque nadie lo hizo por mí cuando lo
necesité. Porque cuando me tocaron en la calle nadie me ayudó, porque cuando un
compañero en la escuela era agresivo conmigo me decían que “estaba enamorado de
mí” y normalicé la violencia en el amor, porque cuando quise practicar un
deporte los niños de mis entrenamientos decían que las niñas iban en la cocina
con las mamás, porque cuando me arrebataron la infancia ni siquiera sabía qué
me había pasado…
Aún con todo eso, en esa primera marcha descubrí algo
más grande que mi propia historia: una fuerza colectiva, una energía
indescriptible que solo se siente cuando miles de mujeres alzan la voz juntas,
con rabia, con dolor, con esperanza.
La lucha por la equidad de género no es una moda ni un
capricho, es una necesidad urgente. Los datos lo demuestran: En México, la
violencia de género es una realidad alarmante que no podemos ignorar. Según
datos recientes, aproximadamente 10 mujeres son asesinadas diariamente en el
país, y en 2021 se registraron alrededor de 1,000 feminicidios, representando
el 3% de las 34,000 víctimas de homicidio en ese año. Además, en 2023, se
iniciaron 89,253 carpetas de investigación por delitos contra la libertad y
seguridad sexual, incluyendo acoso, abuso y violaciones. La violencia de género
sigue cobrando vidas todos los días. En muchos lugares, las mujeres aún no
pueden decidir sobre sus propios cuerpos, aún enfrentan discriminación laboral,
aún viven con miedo de caminar solas de noche.
En este contexto, la sororidad se presenta como una
herramienta fundamental para enfrentar las múltiples formas de violencia que
nos afectan. Sin embargo, es crucial entender que la sororidad no es sinónimo
de una amistad incondicional ni de una obligación de simpatía entre mujeres ¿Por
qué la primicia del 8M de este año fue “si le haces daño a otra mujer ahórrate
tus “post”? No se trata de formar un club exclusivo donde todas debemos
agradarnos mutuamente o evitar cualquier crítica. Esta visión reduccionista
distorsiona el verdadero propósito de la sororidad y puede convertirse en una
herramienta de manipulación que silencia voces legítimas y perpetúa dinámicas
opresivas.
La sororidad, en su esencia, es una estrategia
política y social que busca la unión y colaboración entre mujeres para resistir
y transformar un sistema patriarcal que nos oprime y violenta. Es un pacto de
apoyo y solidaridad que reconoce nuestras diferencias y complejidades,
permitiendo la crítica constructiva y el crecimiento mutuo. No implica la
ausencia de conflictos ni la exigencia de perfección moral; al contrario,
reconoce nuestra humanidad y la posibilidad de cometer errores, aprendiendo de
ellos para fortalecer nuestra lucha conjunta.
La crítica entre mujeres, cuando es constructiva y
respetuosa, es una herramienta valiosa para el crecimiento personal y colectivo.
En este Día Internacional de la Mujer 2025, recordemos
que la marcha no es un desfile de mujeres ejemplares que son moralmente
intachables. Es una manifestación de resistencia y demanda de justicia en un
contexto donde la violencia de género sigue cobrando vidas y limitando nuestras
libertades. Reducir la lucha feminista a normas de "buena conducta"
entre mujeres es absurdo y contraproducente. No se trata de ser perfectas, sino
de resistir juntas en un sistema que nos quiere calladas o muertas.
Entonces ¿cómo podríamos darnos el lujo de callar?
Salir a marchar no es un simple acto de protesta, es una forma de resistencia,
de ocupar el espacio que históricamente nos han negado. Es también un
recordatorio de que ninguna está sola en esta lucha, de que lo que hemos
logrado no ha sido un regalo, sino una conquista ganada con la voz y la fuerza
de tantas que nos precedieron y sí, la que se metió con tu novio, la que habló
mal de ti, la que te traicionó está ahí definitivamente no es para resolver sus
diferencias, si no las de toda una minoría. Si dejamos de marchar, si dejamos
de exigir, poco a poco nuestras voces serán apagadas, y aquello por lo que
tanto hemos peleado estará en riesgo de desaparecer.
Es cierto que dentro del movimiento hay diferencias y debates, pero eso no lo debilita, lo hace más fuerte. El feminismo no es un pensamiento único ni una doctrina rígida, es un espacio de reflexión, de aprendizaje y de transformación constante. No necesitamos ser perfectas para luchar, ni estar siempre de acuerdo en todo. Lo que nos une es mucho más poderoso que lo que nos separa: el deseo de un mundo donde ninguna mujer tenga que vivir con miedo, donde todas tengamos las mismas oportunidades y donde la justicia no dependa de nuestro género.
Así que sí, sigue valiendo la pena salir a marchar. No
solo por nosotras, sino por las que ya no están, por las que aún no pueden
alzar la voz y por las que vendrán después. Porque la lucha por la equidad de
género no se detiene, y nuestra voz es el arma más poderosa que tenemos.
💜
ResponderEliminarMuy bien dicho, por supuesto que vale la pena y lo vale para nosotras. Dejemos de "pedir opinión" a aquellos que no han sufrido la violencia de género o que la tienen normalizada y no saben nada de nuestro reclamo. Mientras nosotras tengamos claro que lo hacemos por necesidad y no por gusto, xq la justicia y equidad e igualdad hacia nuestro género y otros géneros aún no existe. Aún es una utopía, debemos seguir adelante y marchar y hacer iconoclasia las veces que sea necesario y sin hacer caso a críticas que lo único que quieren es callarnos porque les incomodamos; así que ni modo. Que se jodan, hasta que la justicia sea real y hasta que no nos maten por ser mujeres, la lucha seguirá.
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