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El miedo ante la violencia patriarcal en la Montaña de Guerrero

Por Diana Juárez / Profesora de educación primaria indígena bilingüe

He pasado tantas primaveras desde que tengo memoria, como niña, adolecente, mujer y profesionista. Anteriormente solo escuchaba las masacres de las mujeres en Ciudad Juárez, Chihuahua, pero en estos tiempos se ha esparcido a lo largo y ancho de México y el mundo, es triste y aterrador.

Recuerdo que cuando iba a la secundaria siempre caminaba de casa a la escuela, desde las seis de la mañana. Siempre me ha gustado caminar, solo que en estos días lo hago con el pavor de que me pueda pasar algo. Ahora cuando camino voy con jeans y tenis porque pienso que si alguien me quiere hacer algo podré correr con facilidad, en cambio cuando llevo vestido, guaraches y zapatos, prefiero esperar el transporte público, por seguridad y comodidad, pero al sentir las miradas al caminar me sucede lo contrario, me da coraje y me indigna pensar en que ya no puedo caminar sola a cualquier hora del día por el acoso callejero de los hombres; no me alagan sus piropos, me incomodan, me da coraje e incluso he llegado a tener miedo.

Las mujeres hoy y siempre seremos indispensables para el mundo, pues en nosotras está la vida, la alegría y el amor, pero desafortunadamente se ha visto un gran choque en los valores de la humanidad.

Están latentes los feminicidios suscitados por el odio y la violencia procreadas a partir de una sociedad machista con ello. Sin duda, el sistema patriarcal oprime a la mujer.

Como profesora de educación primaria indígena bilingüe, en la comunidad de Arroyo Prieto, municipio de Cochoapa el Grande, atendiendo a un grupo de quinto grado con 15 niñas y 14 niños, donde es reflejada la violencia y el machismo desde muy temprana edad en estos catorce niños, cada uno con diferentes patrones pues algunos no viven con sus papás si no con el abuelo, tíos o primos y desafortunadamente en las comunidades indígenas la mujer se ocupa de todo labor doméstico, y de los hijos desde los primeros rayos de sol. El hombre sobresale en el campo y ocupan cargos de autoridad en el pueblo, pero estos los acompaña sus mujeres a pesar de las distintas tareas que tienen como mujer, por su condición quedan relegadas muchas veces a las labores domésticas.

Las familias Na´a Savi acostumbran vender a sus hijas cuando se les sorprende conversando con un hombre, ni siquiera pueden atreverse a entablar una relación de noviazgo como es de costumbre en las ciudades. Algunas veces le dan la oportunidad de que ambos culminen estudios de telesecundaria o el grado donde se encuentren. Una vez que viven en unión libre, el hombre tiene la oportunidad para culminar sus estudios, mientras la mujer debe ir a vivir con la familia de su esposo para atender las labores domésticas y así sucesivamente. La reproducción de los patrones que sustentan al sistema patriarcal en los espacios rurales es a flor de piel, de violencia familiar, el machismo, y el menosprecio de la dignidad de la mujer indígena.

Ante esta realidad, como profesora asumo la importancia de los valores humanos que hacen falta en las comunidades indígenas, desde su sentir con sus familiares y el amor propio de su persona y en su fortalecimiento académico. A pesar de sus saberes milenarios de estas comunidades aún falta reflexión de deconstrucción de los tópicos machistas.

Asumo cargas emocionales, y de tal forma indago, cuestiono y creo estrategias las cuales sean pertinentes trabajar en este contexto para poder cambiar la situación mediante la generación de las niñas y niños con los que actualmente trabajo en relevancia con la dignidad de cada una de las personas, los valores son y seguirán siendo fortaleza para los docentes si esta se le inculcara desde el ambiente familiar, pero en un contexto indígena han normalizado tantos aspectos de violencia y es extraño o hasta pecado que alguien quiera romper su ciclo de violencia.

Entre la enseñanza y las violencias durante la pandemia

Desde hace un año que llegó la pandemia la labor educativa como docente ha sido el triple, tanto en carga administrativa como en la educación con las responsabilidades personales con los niños y sus familias, además de las labores personales que vivimos.

Ha desaparecido nuestro calendario escolar desde mayo del 2020, desaparecieron los puentes, las vacaciones, las fiestas festivas, que nos mantenían en sintonía con la educación de los educandos en la comunidad.

El virus del SARS-Cov2 ha dejado sin sabores no sólo en la educación con los niñas y niños sino el estado anímico de las personas con el miedo, angustia, desesperación e incluso coraje.

Algunas veces cuando llego a tener algunos síntomas de gripe, me asusta, pero quiero cumplir con actividades de apoyo con los infantes pue he estado trabajando cada quince días por tres días en diferentes horarios y brindando atención a las niñas y niños que requieren mayor apoyo, pues algunos aún no leen.

Como docente sin hijos siento una gran responsabilidad y trabajo con las niñas y los niños, pero nada comparado con las profesoras que juegan el papel de ser madres de familia. Pues atienden una demanda grande con su familia y con la del estudiantado y a través de esta situación que estamos viviendo todas son importantes en responsabilidad y atención para todos.

A finales del mes de febrero de 2020 cambiaron muchas cosas entre ello el espacio donde pernoto. Nuevos rostros de jóvenes que volvieron de las escuelas en Ometepec, Tlapa, entre otros lugares. Sin embargo, las miradas de esos jóvenes para una maestra sola en las comunidades son machistas y aterradoras, "creen que una mujer al estar sola un hombre le haría el favor".

Siempre he sentido seguridad estando sola, pero cuando las miradas de varios hombres me rodean, me siguen como cuando voy a la tienda o al domicilio de los niños es incómodo y aterrador, estos últimos días he procurado ir cuando van mis compañeras maestras y poder quedarme con ellas, pero no porque tenga miedo a mi soledad sino el temor de que alguien me pueda asustar y violentar mi persona, imagino lo peor, pero es la primera vez que siento angustia y temor. Espero que pronto pueda pasar la pandemia porque es la que esconde los grandes índices de violencias.

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